AGUA MEDICINAL

Fuente de la Jeregosa, Los Leales

20/5/2007

Me gustaría tener la mitad, de la memoria que tenía mi abuelo, era un privilegiado de su fecha, todo aquel que lo conocía tenia algo que contar del tío Cornelio, y tenia que ser buena herencia, porque uno que bautizo mi abuelo y lleva su nombre (que todavía gracias a Dios vive con 90 años en la calle Coso) tiene los mismos síntomas de memoria.

Cuando contaba alguna cosa, lo explicaba con todos los detalles, sobre todo su estancia y operaciones durante la guerra de Cuba, que parecía que lo llevaba escrito en la cabeza.

Hubo un año con una falta de agua regular, y los mayores opinaban que el agua de la “Jeregosa” (fuente situada en la finca de los Leales entre Encinasola y Jerez de los Caballeros) dicen que era medicinal y allá que vamos el abuelo y el nieto con dos burras, las aguaderas y ocho cantaros, por un camino de bestias lleno de peñascos que teníamos que ir con mucho cuidado uno detrás de otro, como guía en la delantera marchaba el que sabia donde estaba la fuente.

Fueron dos horas largas de camino, como era natural todo el tiempo contando batallitas; una vez que llegamos a nuestro destino nos bajamos de la burra y yo de verdad me hubiera vuelto para atrás sin llenar los cántaros, porque la fuente olía a “güevos podridos” pero esa era la misión que nos tenían encomendada. Llenamos los cántaros después de limpiar la fuente, que salía el agua a “borbozás” clara y cristalina; cuando terminamos de llenar pero sin cargar, antes de salir cogimos una tapa, (medio pan de la fabrica, una cuarta tocino de papá con el deo montado, un chorizo casero y una quesá fresca) porque mi viejo trabajaba pero para comer era único, se “zampaba” un barreño de seis raciones de garbanzos él solo y seguía trabajando.

De regreso él seguía contando aunque no se escuchaba por ir cada uno con una burra cogida de cabestro, algunas veces algo lejos.

Llegamos a casa, no se cuando, descargamos y en la habitación que pusieron los cantaros no se podía entrar: los olores que salían de dentro te hacían retroceder.

Los mayores empiezan a decir que esa agua es buena para el estomago, que era para el desgano, que habría las ganas de comer… los niños cuando escuchábamos esas palabras mirando para nosotros, desaparecíamos del mapa, no había quien encontrara un niño por chico que fuera en toda la calle.

De todas maneras, la tomamos a la fuerza, pero como un purgante unos sorbitos y nada más, el resto no sabemos que hicieron con ella.

Otro día os contare otra batallita de cuba

Faustino Jiménez