


Enero 2009
En estos días la mayoría hemos degustado alguna que otra copa de nuestros preferidos licores, cosa desmadrada de hoy en donde quiera que vayas, por ser una extensa gama de productos variados que hay en el mercado de marcas y calidades.
Recordando tiempos de los 50 en adelante, en casi todo el pueblo se bebía vino blanco de la Palma y Bollullos del Condado y el tinto poco a poco empezaba a ser bien recibido en los distintos bares de la población.
Estos buenos taberneros queriendo lo mejor para sus clientes, cuando necesitaban vino tinto, se unían un par de ellos y arrendaban un camión, se cargaban las garrafas vacías bien limpias y preparadas de tapones y a la mañana siguiente salían a la parte baja de Extremadura recorriendo varias bodegas probando los “conos” o depósitos de 250 arrobas, uno a uno, hasta conseguir el vino que mejor le parecía para el gusto de los clientes. Una vez terminada la compra, se descargaban las garrafas vacías y se llenaban en el almacén escogido por los interesados, siendo laborioso el proceso de carga. Con tanto probar, se ponía un poco caliente la boca y tenias que almorzar mientras se llenaba el vino.
Por la tarde cuando se llegaba al pueblo se hacía el reparto y se descargaba en dos o tres sitios destinados a almacenes que los bares solían tener. En la bodega te llenaban una pequeña garrafa que era para el camino llamada “gutífora” (o sea, de gorra) la cual una vez que se descargaba era normal repartirla o gastarla en pruebas y degustaciones.
Creemos que sería un buen sistema por el mucho tiempo que duró, y los demás taberneros copiaron la idea y de dos en dos todos hacían el viaje por otras bodegas buscando traer mejores calidades.
Terminaron los viajes al ser retirados los envases de arroba y obligar las ventas con el embotellado y el etiquetado que predomina hoy.
Faustino Jiménez .
En estos días la mayoría hemos degustado alguna que otra copa de nuestros preferidos licores, cosa desmadrada de hoy en donde quiera que vayas, por ser una extensa gama de productos variados que hay en el mercado de marcas y calidades.
Recordando tiempos de los 50 en adelante, en casi todo el pueblo se bebía vino blanco de la Palma y Bollullos del Condado y el tinto poco a poco empezaba a ser bien recibido en los distintos bares de la población.
Estos buenos taberneros queriendo lo mejor para sus clientes, cuando necesitaban vino tinto, se unían un par de ellos y arrendaban un camión, se cargaban las garrafas vacías bien limpias y preparadas de tapones y a la mañana siguiente salían a la parte baja de Extremadura recorriendo varias bodegas probando los “conos” o depósitos de 250 arrobas, uno a uno, hasta conseguir el vino que mejor le parecía para el gusto de los clientes. Una vez terminada la compra, se descargaban las garrafas vacías y se llenaban en el almacén escogido por los interesados, siendo laborioso el proceso de carga. Con tanto probar, se ponía un poco caliente la boca y tenias que almorzar mientras se llenaba el vino.
Por la tarde cuando se llegaba al pueblo se hacía el reparto y se descargaba en dos o tres sitios destinados a almacenes que los bares solían tener. En la bodega te llenaban una pequeña garrafa que era para el camino llamada “gutífora” (o sea, de gorra) la cual una vez que se descargaba era normal repartirla o gastarla en pruebas y degustaciones.
Creemos que sería un buen sistema por el mucho tiempo que duró, y los demás taberneros copiaron la idea y de dos en dos todos hacían el viaje por otras bodegas buscando traer mejores calidades.
Terminaron los viajes al ser retirados los envases de arroba y obligar las ventas con el embotellado y el etiquetado que predomina hoy.
Faustino Jiménez .
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