15/11/06
En los años de mi juventud, para los mozos de aquellos tiempos no era fácil encontrar novia. Tenía el pueblo tres veces más habitantes que hoy, había muchas jóvenes que alegraban las calles, cuando salían de compras a las tiendas, casi siempre acompañadas de sus madres, pero no se podía dirigir ni una palabra, cuanto más mirarla de reojo, con cuidado de que no te viera el acompañante.
Los Domingos y los días de fiestas, se ponían el paseo chico y la plaza hasta los topes de jóvenes dando vueltas en la plaza, unas veces para arriba y otras para abajo. Allí es donde si tenías suerte le podías decir algo (sí te dejaban). Cuando no querían, ponían la cara seria y no contestaban, se pasaban al medio de dos compañeras y te quedabas “pasmao” tenías que buscar otra que te escuchara. A lo mejor la que a ti te gustaba paseaba en el centro, estaba la amiga en la punta y tu hablabas fuerte a la amiga con el fin que se enterara, pero ella se las daba de que no escuchaba y después de dar varias vueltas, tenias que abandonar el asedio. Cuando te aburrías te metías en casa Arturo te tomabas dos ó tres “cornicabros” y otra vez a la conquista de las jóvenes que antes te dieron de lado.
En los años de mi juventud, para los mozos de aquellos tiempos no era fácil encontrar novia. Tenía el pueblo tres veces más habitantes que hoy, había muchas jóvenes que alegraban las calles, cuando salían de compras a las tiendas, casi siempre acompañadas de sus madres, pero no se podía dirigir ni una palabra, cuanto más mirarla de reojo, con cuidado de que no te viera el acompañante.
Los Domingos y los días de fiestas, se ponían el paseo chico y la plaza hasta los topes de jóvenes dando vueltas en la plaza, unas veces para arriba y otras para abajo. Allí es donde si tenías suerte le podías decir algo (sí te dejaban). Cuando no querían, ponían la cara seria y no contestaban, se pasaban al medio de dos compañeras y te quedabas “pasmao” tenías que buscar otra que te escuchara. A lo mejor la que a ti te gustaba paseaba en el centro, estaba la amiga en la punta y tu hablabas fuerte a la amiga con el fin que se enterara, pero ella se las daba de que no escuchaba y después de dar varias vueltas, tenias que abandonar el asedio. Cuando te aburrías te metías en casa Arturo te tomabas dos ó tres “cornicabros” y otra vez a la conquista de las jóvenes que antes te dieron de lado.
Loq se dice ligar, no ligábamos ná pero ná el final no fue tan malo.
Casi todos nos casamos.
Faustino Jiménez
Faustino Jiménez
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