Un día en el Múrtiga

Tenemos una ribera, que hace años era la envidia de otros pueblos. Con el paso del tiempo, ya no queda nada de aquel Murtiga, con sus aguas corriendo por el cauce, claras y limpias.
En verano te podías bañar y coger unos peces para el Gazpacho “majao” a la orilla del agua, se hacia la candela y en la sartén se ponían a freír, con un buen trago de vino de vez en cuando, así disfrutaban y pasaban el día cuatro o seis amigos.

Otras veces se unían dos o tres familias y se marchaban de acampada a las orillas de la ribera, donde se montaba el campamento cerca de alguna charca.

Los hombres ya en la madrugada salían a pescar ranas, con tablas y linternas, luego se unían a la pesca las madres con los niños, formando tal ruido y chillona, que las ranas tomaban la puerta sin dejar rastro.

Regresabas al campamento “toito” mojado sin haber pescado nada, secandote en el candelorio y deseando coger la comida que llevas de casa, a la luz de una farola con el “resencio” de la noche, dando fin de la mitad de las viandas.

El fin de semana era para disfrutar de un ambiente en el campo de la noche y el día, con un buen baño, acompañado de una especial comida con la familia y los amigos.

Los habitantes de “antaño” de Encinasola no pensaban que en el futuro tendrían una piscina con agua limpia, con cloro pero cristalina, la cual dejaría en el olvido los baños de la ribera, con sus noches de pesca y relax.

Faustino Jiménez