martes, septiembre 25, 2007

HORNOS CON SUDORES



19-9-2007

Todos hemos sido zagalones, algunos más traviesos que otros pero al final buenos y cariñosos, de los cuales muchos le atrae practicar las costumbres que ve en su casa o en el entorno de la familia.

Yo como otros cuando salía de la escuela, me gustaba jugar con los amigos pero en cuanto veía a mi padre y sobre todo a mi padrino, me desvivía por irme con ellos, casi siempre por aquí cerca, si el primero decía que no, el segundo me escondía en los pies del ayudante y cuando llegábamos al sitio, mi padre siempre peleaba pero mi tio me arropaba y me defendía.

Así crecía y crecía pero dicen, que de pequeño no se olvidan las cosas como de mayor, creo que a mi me paso con mis cortos viajes. Recuerdo de aquellas fechas, que visite muchas veces los hornos de ladrillos y tejas, los varios que existían en los alrededores de Encinasola para recoger materiales de construcción, donde se observaba el trabajo tan agotador de los hombres que estaban allí, con pantalones cortos y sin camisa, descalzos amasando el barro con los pies, para después en la mesa de trabajo (una lancha un poco levantada del suelo) darle forma con unos moldes de madera a las distintas clases de material pedido. Después de darle la forma deseada, pasaban a ponerlos a secar en un tendal, siendo lento este proceso y cuando se secaban, pasaban a “enjornar” o sea cargar el horno muy bien puestos, para que le entrara a todos por igual el fuego que tenia que ser constante, dos o tres días con sus noches a base de entrar ramas por la boca en la parte baja del horno.

Este quehacer era agobiante, no estaba pagado con dinero: a este oficio creo que le llamaban JORNEROS.

En el pueblo todas las obras de construcción que se hacían, eran con materiales de fabricación “casera” con mano de obra de aquí, eran muchos los hombres que estaban en este menester, familias enteras.

Igualmente estos hornos generaban trabajo a los camiones del pueblo, con el transporte de estos ladrillos macizos, que pesaban una barbaridad por muy bien cocidos que estuvieran.

Las casas que hacían los albañiles con este material, quedaban sólidas y seguras siendo frescas en verano y abrigadas en invierno.

Estos colosos donde se cocían estos productos, eran fabricados por los mismos JORNEROS y cada uno lo hacia según su forma de trabajar y le permitía el terreno, al final se quedaron en las fincas, que estos buenos hombres fueron abandonando poco a poco debido a la competencia del material forastero, terminando con el comentado quehacer de estos JORNEROS, que hacían un trabajo temporal, con sudores y fatigas, pero era una forma de mal vivir para dar de comer a su familia.

El progreso es necesario, pero las familias que han abandonado los pueblos se concentran en las capitales con otro oficio, abarrotando las mismas.

Para mí son recuerdos que tenían un fin, porque estos viajes cortos por arena, tejas y ladrillos, fueron mi escuela de conducir.

Faustino Jiménez

2 comentarios:

  1. ESTUPENDO RELATO FAUSTINO, YO TENIA
    UN TIO QUE ERA JORNERO.

    UN ABRAZO PARA TI, Y PATRA TU FAMILIA.
    ANA MARI.

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  2. Faustino: Sencillo y precioso relato. Me ha gustado.

    LUNES

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