sábado, octubre 11, 2008

LA CASA DE TODOS




10 -10-2008

Tenemos la suerte de vivir en un pequeño y bonito pueblo, de la Sierra de Huelva, en su mayoria cariñoso, no sabemos si sera por lo lejano que estamos de las capitales o por ser sano y acogedor.
Esto es una opinión particular, luego existe un refrán que dice (cada uno cuenta la feria según le va) pero creo que si tu al niño le das cariño, eso mismo recibirás del zagal, cuando usas la escoba, lo mas natural que salgas a escobazos.

En los años de convivencia con el pueblo, comercialmente, no podemos olvidar muchas personas buenas, que dia a dia tenias la suerte de visitar encontrando el cariño como si fuera tu familia.
De las muchas casas buenas que había y que hay, queremos recordar una, era muy querida y respetada por todos, empezando por su marido que tenia por oficio Zapatero, sentado en su silla siempre con ganas de bromas, rodeado de amigos a su mesa de trabajo.
Seguido de su esposa, una de las mujeres que supo llevar adelante un pequeño negocio, en el cual con su trabajo se gano la simpatía de los clientes que llegaban a su casa, igualmente la familia, todos cariñosos.

En una casa muy larga con patio y flores, donde un limonero estaba lleno de cascarones de huevos, buen salón, comedor y dos camillas con sus braseros de picón, vivía esta familia, donde el zapatero y su mujer montaron un pequeño mostrador, en un salón cerca de la cocina, donde despachaba vino y cerveza para la calle, pero poco a poco fue el punto de reunión de las calles cercanas, en las camillas con su calorcillo tan acogedor, se daban cita los mayores para contar sus recuerdos y sus correrías, llegando a ser una taberna, querida y deseada por el pueblo y sus alrededores.
Era tan servicial que a cualquiera hora que llegaras, siempre tenía alguna tapa que fuera de tu gusto y si no, la preparaba sobre la marcha, era punto de reunión de amigos, jóvenes y mayores donde avisando con antelación preparaban comidas exquisitas, de cocina casera.
Pero el destino de las familias no se sabe nunca el final, ni donde ni cuando va a llegar, siendo inesperadas las desgracias que ocurrieron en esta casa, terminando por cerrar la casa y marchar todos a la capital, uniéndose a los seres queridos.
Este fue el final de una taberna tan conocida en nuestra época, que añoramos los ratos que en ella disfrutamos y donde recibíamos el cariñoso trato de esa gran familia.
Con este pequeño recuerdo, damos las gracias a la familia de Marcelina.
Faustino Jiménez

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