jueves, febrero 03, 2011

Viaje con un final Serio

        
Viajes que no se Olvidan       Enero 2011


Por aquel entonces llovía mucho más que hoy, pero el que tenia buena manta, se arropaba mejor que el que tenia la manta rota. El sol calentaba muy parecido, el que tenia buen sombrero, se tapaba mejor del sol que el de la gorra, más o menos parecido a hoy.

Fueron tiempos duros, los jornaleros buscaban un sueldo estable y fueron muchos los que ingresaron en la Guardia Civil

Otros emigraron a otros puntos de la Nación… en fin eran otros tiempos, ni mejores, ni peores, otros nada más.

Una mañana fría de invierno como cientos de veces, cargando el camión de carbón, en la calle conocida como la Corredera en casa de tío Jeromo, pasaron dos amigos de mi edad, preguntaron a donde pensaba descargar, les dije que a Huelva, y eso les gustó ya que les venía bien por haber salido de la academia de la guardia civil y tenerse que presentar al otro dia en la comandancia. Nos pusimos de acuerdo en como hacer el viaje y después de comer salimos con los dos guardias en el camión destino a Huelva.

La carretera era malísima, toda de tierra, piedras y baches. Por aquellos tiempos trabajaban en un puente sobre la vía del tren para anular el paso a nivel que estaba cerca de la estación de La Nava, donde el paso era peligroso aunque despacio se pasaba bien.

Pasando por Zalamea la Real, paramos en el Bar Gonzalo, tomando un buen café y descansando un rato. Seguimos y llegamos tarde a Huelva. Tenia que descargar en una carbonería que habia en la Calleja del Molino; frente había un garaje de un tal Don Carlos donde encerraba el camión. Una vez recogido, desde allí llamé a la fonda de la calle Rascon para que guardara las camas. En la esquina del garaje había un bar, que el hijo era el que descargaba el carbón y pasé para avisar al amigo José para que supiera que estaba allí.

Aunque algo tarde nos fuimos a buscar sitio para cenar y llegamos al bar de la estación de Autobuses de Damas, donde nos sirvieron una botella de vino y unos buenos platos de pescado frito, y ya relajados (y quizás un poco descuidados) entre bromas y risas estábamos disfrutando del manjar, cosa normal.

No habíamos terminado cuando se presento un señor vestido de paisano que dijo ser teniente de la brigadilla, se dirigió a mis amigos a los cuales les dijo que no eran horas de estar en los bares vestidos de uniforme, le explicaron la odisea y los mandó a la cama rápidamente. Salieron un poco ligeros y yo me quede pagando y seguido nos fuimos a la fonda a dormir, con la cara mas seria que un “civil”, nunca mejor dicho.

A la mañana siguiente mientras desayunábamos, nos reímos de nosotros mismos y en los años siguientes cada vez que nos vemos seguimos comentando el final del viaje que vivimos.

Mis amigos marcharon a su presentación en la Comandancia y yo a mi descarga del carbón, como estaba previsto.

Descargué a media mañana y pasé por la fabrica de Abono, cargando un viaje de súper 16% que era el “guano” que se gastaba en el pueblo para la siembra.

El retorno por la misma carretera fue lento y tranquilo, llegando a casa otra vez de noche, pero con una sonrisa en los labios pensando en el dia anterior.

Cuando recordamos la odisea, creemos que nos la dieron por ser jóvenes y no tener experiencia en la vida.

           Faustino Jiménez

1 comentario:

  1. Faustino, muy simpático tu relato; me identifico mucho con él porque empiezas cargando el camión al lado de la casa donde yo vivía, hablas de la carretera de La Nava muy conocida por muchos marochos, y por mi parte con más razón, ya que estuve unos años destinado en aquella localidad. Y por último llevas (o mejor dicho traes) a Huelva a dos compañeros que tuvieron la mala suerte de tropezar con aquel superior. Paciencia, ¡¡ cosas de aquellos tiempos !!
    Cordial saludo

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