30-10-2007
Cuando amanecen los días, muy oscuros, de niebla y lloviendo, se viene al pensamiento unas buenas migas y a ser posible, en el campo.
Estando en la cafetería reunidos, cuatro o cinco matrimonios decidieron pasar el dia siguiente en una casa, que estaba cerca del pueblo, con una buena candela y hacer unas migas.
Como las mujeres tenían sus casas por arreglar, los hombres se hicieron cargo de las compras, saliendo cada uno a un sitio de mutuo acuerdo, siendo el final el Ensanche ( en el cual tomaron una copa de aguardiente) salieron un poco tarde para la casa con las viandas, donde estaban un par de amigos, con la candela preparada esperando que llegaran los demás, estos cuando vieron las brasas pensaron asar el “pestorejo” para coger un “tente en pie” con una copita de vino.
Arrimaron una mesa chica para partir las tapas, teniendo que ser retirada mas lejos por la “jumarea que se armó” con las grasas en la candela. Pasó el tiempo sin darse cuenta, mientras había “tapeo” y rioja todo eran bromas y buen humor. Cuando llegaron las mujeres, vieron todo desordenado, ganándose los hombres una pelea por no tener las cosas bien hechas. Todo se arregló en cuanto llegaron las amas de casa, cada cosa fue a su sitio, montaron una mesa grande y entre bromas y piropos llegó la hora de deleitar el manjar que tenia preparado el maestro de las migas marochas.
Huelga decir como se pusieron los amigos de comer y beber, alguno hasta cantó algunas coplas de la nochebuena.
Después de la “panzá” unos se tumbaron para una siesta y otros salieron a dar un paseo, para rebajar el colesterol y los triglicéridos, regresando a la casa poco después “chorreando” por culpa de una tormenta que les “apañó” sin paraguas.
Gracias al “candelorio” que había en la casa para secarse, esto no llegó a más. Ya por la tarde, en un puchero de barro, hicieron un poquito de café solo (los compradores se olvidaron la leche) con unos dulces marochos, obsequio de las mujeres y delicia de los asistentes.
Se alargó la tarde y cuando llegó la noche pensaron que con lo que tenían, unas tortillas y poco más, se podía cenar; todos lo aceptaron, terminando por encender el camping gas y seguir degustando viandas.
Todo un día cualquiera de campo.
Faustino Jiménez
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