15-3-2008
Con motivos de mi estancia en Sevilla y sus alrededores, visitando un bar, heladería y restaurante, observé la descarga de un camión frigorífico, con docenas de sabores y tamaños de este rico manjar que son los helados.
Mirando la variedad que tenemos en estos días, me recordó, los tiempos de Maricastaña cuando solamente teníamos un sabor; aunque parezca mentira, en días de fiesta por lo menos, teníamos la probabilidad de chupar un “cucurucho” de una pasta que según al paladar decíamos que era un helado.
Si las neuronas no me abandonan, creo recordar en ciertos eventos como fútbol o toros y en las ferias de ganado del rodeo, existía un carpintero llamado el “tio Sánchez” que finalmente se fabricó un carrillo de mano con una cogida, donde llevaba un gran tarro, con producto que este hombre repartía por las calles en días de fiestas o de mucho “bullicio” que era el mejor de los helados.
Se ve que era rentable porque también tenia un carro especial en el cual, por aquel entonces conseguía llevar de dos clases en su reparto callejero, siendo la delicia de niños y mayores que esperaban su recorrido, como si fuera un acontecimiento el paso del carro de los helados, que este segundo vehículo era solamente para la población.
Al producto y la cantidad nadie le ponía falta, como no teníamos otro, nos parecía que era lo mejor, estando todos deseando que sonara la trompeta que usaba para su presencia en las esquinas, con el fin de salir a comprar el dichoso “cucurucho” o galleta refrescante.
No obstante, había quien quería mejor calidad, entonces tenías que visitar otros sitios donde comprar un buen helado, como era el bar de la Feliciana, que despachaba varios formatos con galletas de coco y sabores. Los jóvenes los días de diario tenían que trabajar, entonces había que esperar una fiesta para invitar a la amiga o la novia, si querías que te dejara pasear con ella.
De todas maneras, el cambio que existe en los helados desde las fechas que yo cuento a las de hoy, es abismal. Como tardaras en comerlo, se derretían en las manos, o tenías que tomarlo en una copa, que eso ya era un lujo que te servían en los veladores de la plaza.
El caso es que un helado era un buen gancho para poder ligar con las amigas.
Faustino Jiménez
Con motivos de mi estancia en Sevilla y sus alrededores, visitando un bar, heladería y restaurante, observé la descarga de un camión frigorífico, con docenas de sabores y tamaños de este rico manjar que son los helados.
Mirando la variedad que tenemos en estos días, me recordó, los tiempos de Maricastaña cuando solamente teníamos un sabor; aunque parezca mentira, en días de fiesta por lo menos, teníamos la probabilidad de chupar un “cucurucho” de una pasta que según al paladar decíamos que era un helado.
Si las neuronas no me abandonan, creo recordar en ciertos eventos como fútbol o toros y en las ferias de ganado del rodeo, existía un carpintero llamado el “tio Sánchez” que finalmente se fabricó un carrillo de mano con una cogida, donde llevaba un gran tarro, con producto que este hombre repartía por las calles en días de fiestas o de mucho “bullicio” que era el mejor de los helados.
Se ve que era rentable porque también tenia un carro especial en el cual, por aquel entonces conseguía llevar de dos clases en su reparto callejero, siendo la delicia de niños y mayores que esperaban su recorrido, como si fuera un acontecimiento el paso del carro de los helados, que este segundo vehículo era solamente para la población.
Al producto y la cantidad nadie le ponía falta, como no teníamos otro, nos parecía que era lo mejor, estando todos deseando que sonara la trompeta que usaba para su presencia en las esquinas, con el fin de salir a comprar el dichoso “cucurucho” o galleta refrescante.
No obstante, había quien quería mejor calidad, entonces tenías que visitar otros sitios donde comprar un buen helado, como era el bar de la Feliciana, que despachaba varios formatos con galletas de coco y sabores. Los jóvenes los días de diario tenían que trabajar, entonces había que esperar una fiesta para invitar a la amiga o la novia, si querías que te dejara pasear con ella.
De todas maneras, el cambio que existe en los helados desde las fechas que yo cuento a las de hoy, es abismal. Como tardaras en comerlo, se derretían en las manos, o tenías que tomarlo en una copa, que eso ya era un lujo que te servían en los veladores de la plaza.
El caso es que un helado era un buen gancho para poder ligar con las amigas.
Faustino Jiménez
Al rico helado si señor, yo recuerdo bien a tío sanche, cuando pasaba por el ensanche paraba en la esquina de manolico, tocaba la trompeta y salíamos pitando de los Arrabales las chiquillas, a por la galleta que con una paleta le daba un refregon y anda a comer,
ResponderEliminary si que estaban ricos, yo solo los recuerdo de vainilla, Isabel